Escribíamos ayer acerca de la gravedad que ha alcanzado en España la corrupción y de
como esta alcanza a todos los sectores y estamentos de la sociedad española presente.
Sin poner en cuestión que la corrupción es un fenómeno propio de las estructuras de po-
der en este país, no es de menor importancia, observar el fondo cultural que tal problema
contiene.
Una sociedad, donde el trabajador está mal valorado, estafar a la Hacienda Pública es
casi una obligación para el contribuyente y un mérito social entre conocidos, en el que
el que se esfuerza por una vida sencilla es un tonto y el que se hace de "oro" es un listo
y envidia de todos, en el que se pueden predicar las más loables ideas y luego utilizar a
las organizaciones para "colocar" familiares, amistades y a uno mismo, permitiéndose
además el lujo de criticar públicamente los desmanes de los otros.
En España, la corrupción de un signo político u otro, es minusvalorada o simplemente
obviada por los respectivos acólitos de cada formación, usando el "y tú más" para asi
diluir toda responsabilidad propia.
No es entonces mala la corrupción, la mala es la del rival, y la propia es soportable en
tanto no sea descubierta y hacha pública, pero incluso entonces, se le buscarán todo
tipo de explicaciones y referencias a los males de los demás para justificarse.
El español ensalza al "pícaro", glorifica al bandolero, con la excusa de robar a los más
ricos para darselo a los pobres y necesitados, pero al final resulta, que los bandoleros
se convierten ellos en ricos, nuevos ricos, y los pobres y necesitados siguen siendo los
mismos y en los mismos sitios.
Me gustan algúnas reflexiones que se hacen en este articulo de El Mundo.es:
¿Somos un país de corruptos?
Echar las culpas a la clase política, de lo que en el fondo no es más que una forma de
entender la vida y las relaciones en esta, es una excusa de malos pagadores.
Los políticos vienen de una sociedad que tiene sus usos y valores, y son esos al final,
los que determinan sus acciones.
La Europa del sur, la de españoles, portugueses, italianos y griegos se diferencia de
la del norte, la de alemanes, ingleses, daneses, suecos, holandeses y demás, no por
una superioridad moral y cultural de unos sobre otros, sino por una ruptura de unas
tradiciones que imponían al hombre unas limitaciones a su libertad de acción y a sus
méritos personales y donde el estricto cumplimiento de las obligaciones se ha visto
desde hace siglos, como parte de integrante e inseparable de esa libertad individual
y ese mérito.
Baste como ejemplo de esto, como en el sur hemos aceptado la jerarquización y el
control de las conciencias por parte de la Iglesia Católica y en el norte se separaron
marcando una premisa de que la relación del hombre con Dios sería más directa, en
clara relación con los anhelos de libertad y mérito individuales descritos.
Y cuando en el sur se ha retirado el hombre de la religión, lo ha hecho para unirse
en torno a otra "religión", la política, con sus mismos vicios de jerarquización y de
control dogmático.Ahora la religión es el partido.
El español acepta la corrupción, la da por hecha, se convive perfectamente con ella
y no protesta más de lo estrictamente necesario.
En Andalucía la izquierda, en Valencia, Baleares, Castilla-León, Galicia y Madrid la
derecha, y en los paraisos vasco y catalán los nacionalistas, han practicado durante
más de veinticinco años el poder absoluto, lleno de escándalos de corrupción, pero
aún con ello, los ciudadanos los han seguido prefiriendo, ya que las redes clientelares
se han hecho tan extensas y el conocimiento intrínseco de sus propios dirigentes es
tan diáfano, que los ciudadanos ya no eligen formas de gobernar, eligen que tipo de
corrupción se practica, por quiénes y favoreciendo a tales o cuales colectivos.
Y en Andalucía, con provincias que rondan el 40% de desempleo, la mayoría brama
contra la derecha que gobierna en Madrid y aplaude con las orejas a la izquierda
que lleva treinta años llenando los preriódicos con casos de corruptelas y llenando
de parados las estadisticas, sin más argumentario que los tópicos recurrentes hacia
el franquismo y los "señoritos".
Pero es que mientras exista la economía sumergida, otra forma de corrupción que
damos todos por buena y amparamos en nuestras vidas cotidianas, y un sistema de
protección social pagado por "otros", la cosa podrá prolongarse.
Lamentablemente, la corrupción es, parte integrante de nuestra sociedad, de nuestra
cultura, de nuestra visión de lo justo e injusto, de los valores que llevamos dentro.
Lo único que el español no tolera de la corrupción es...que se descubra.
Salud camaradas.