Se acaba el periodo estival, se van las vacaciones, y llega la esperada renuncia de
Jose Antonio Griñan como presidente de la Junta soviético-socialista acosado por
la inmensa corrupción del régimen andaluz de izquierdas.
Le sutituirá Susana Díaz, una burócrta del partido, que lo único que ha conseguido
y conocido en su jóven vida es la disciplina de partido, las luchas "familiares" entre
distintas bandas sociatas y el sueldo del erario público sin haber opositado.
Griñán deja trás de si una región sumida en el caos económico, con cifras inacep-
tables de desempleo, unido por la aritmética parlamentaria a los fantoches boliva-
rianos del señor Valderas a una deriva política más propia de estados bananeros
de America Latina que a una región que debe avanzar hacia la convergencia con
los estados europeos a los que pertenecemos.
Sus grandes méritos son al parecer unos servicios públicos que no funcionan, con
una enseñanza líder por sus pésimos resultados académicos, una sanidad con las
listas de espera más largas de España y una morosidad lascerante con los distintos
proveedores.
Griñán deja una Junta de Andalucía sin pulso ni rumbo político, debido entre otras
causas, a ser socios de un grupo comunista que está más pendiente a sus avances
electorales cara al futuro que el solucionar los verdaderos problemas de la sociedad,
artífices de alguna que otra medida populista sin más calado que el tremendo ruido
mediático de sus terminales propagandisticas.
El fracaso de este político a la hora de diseñar un plan contra el desempleo es su
único legado, del que solo han salido beneficiados los miles de paniaguados que
pueblan las distintas administraciones y empresas públicas andaluzas, amén de los
que durante decenios han esquilmado los dineros que huibieran hecho de nuestra
tierra una región con menores desigualdades de las que hoy mantenemos con el
resto del Estado.
Han aumentado el gasto público, han conseguido capear la ola de protestas de
los ciudadanos cansados de la casta política y han mantenido toda la estructura
"paralela" a la administración, aumentada por la irrupción de los comunistas sin
oficio ni beneficio en la mamandurria de los presupuestos.
Griñán no ha gobernado, se ha limitado a mantener a salvo los intereses de la
casta izquierdista, y lo que viene en adelante, con Susana Díaz es más de lo
mismo: sectarismo, nepotismo y corrupción.
Cae un líder, pero el régimen es un partido, y este continua, con sus mismos y
consolidados defectos, apoyado en una sociedad "enferma" que es incapaz de
darse cuenta el cáncer que la devora desde hace ya demasiados años.
Andalucía se ha instalado en el desempleo, en la economía sumergida con cargo
a los presupuetos, en la equidistancia con la inmoralidad de unos políticos que
han convertido el dinero de todos en disfrute de unas organizaciones que en otras
naciones de nuestro entorno hubieran sido obligadas a desaparecer.
Y lo peor es que este nefasto binomio de socialistas y comunistas hacen cuentas
para alcanzar el poder en el resto del Estado, gracias al fracaso de la mayoría de
Rajoy y los tremendos casos de corrupción económica que salpican al PP.
El fracaso de Griñán es la triste imágen del fracaso del pueblo andaluz.
Salud camaradas.